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Antonio García Orio-Zabala con sus "legionarios" del taller del Diario HOY |
En la cristalera que
separa la redacción de diario HOY de la zona de Fotocomposición o taller (tal
como lo llamábamos hasta hace poco acordándonos de otros tiempos) en esa
cristalera digo, estaba pegada con papel adhesivo y hasta el día de mi
jubilación una vieja fotografía en color.
En esa foto se veía a
Antonio García Orio-Zabala rodeado del regente y demás personal del taller del
periódico en la sede de la plaza de Portugal. Orio-Zabala era por entonces
Redactor de Cierre y en aquellas fechas el redactor de cierre ejercía su labor
en el taller.
Estoy por asegurar que fue una de las épocas
más felices de la vida periodística de mi padre. Se encontraba muy a gusto, en taller,
rodeado de linotipias, fresadoras, cajas, rotativa y acompañado de cajistas,
linotipistas, fresadores, hombres de la rotativa, correctores... Y todo ello
mezclado con el dulzón olor del plomo, que impregnaba el ambiente y el estruendo que alcanzaba
límites insospechados cuando arrancaba aquella rotativa fabricada en Manchester
en los años veinte del pasado siglo.
Una rotativa que sonaba
igual que la locomotora de un tren expreso.
Antonio García
Orio-Zabala era feliz allí, en el último destino laboral que tuvo, rodeado de
sus "legionarios" como llamaba cariñosamente a los compañeros de la
ruidosa noche en el viejo taller de la plaza de Portugal.
Por entonces se reencontraron las dos
vocaciones de Antonio. La Pluma y la Espada. Periodista y escritor pero rodeado
de sus "legionarios". Poeta pero con el Himno de infantería en el
recuerdo. Dramaturgo y narrador pero con el uniforme en la memoria y en la
nostalgia.
Antonio García Orio-zabala
tuvo claro desde muy niño que quería ser militar. Como su padre, el comandante
de infantería Enrique García Salcedo o como sus tíos carnales Juan, capitán de
infantería, y Carlos, comandante de Estado Mayor.
A sus trece años, ya
huérfano, Antonio, quería ir a la Academia General Militar de Zaragoza. Su padre
murió en un hospital militar a
consecuencia de las heridas recibidas en África. Duró poco tiempo tras
su regreso a Badajoz. Sus tíos Carlos y Juan cayeron en Amnual. Un desastre en
toda regla hasta el punto de que el Estado Mayor del ejército español fue
masacrado con el resto de las fuerzas de infantería y caballería. El ejemplo
heroico de su padre y tíos llevaron a Antonio al colegio de María Cristina para
huérfanos de militares. Y allí fue creciendo su vocación castrense aunque ya
empezaba a desarrollar otra que quizá ni él mismo sospechaba.
Desde el primer curso como
"cristino" Antonio comienza un diario. Un diario muy periodístico,
pese a que está escrito por un adolescente de 13 años, donde cuenta los
avatares del centro y su convivencia con los compañeros. Y también refleja una
afición taurina que no le abandonará nunca y que entonces centraba en un
torero: Victoriano de Laserna.
Pero Antonio no le daba importancia a estos
quehaceres narrativos y lo militar seguía invadiendo su espíritu. Terminó sus
estudios en el colegio y se dispuso a ingresar en la Academia de Zaragoza.
Entonces el cielo le cayó sobre su
cabeza. La República cerró la Academia militar. Azaña lo explicó diciendo que
se cerraba para modernizar el Ejército Español.
La frustración de Antonio
García Orio-Zabala fue total. Muchos años después, cuando mi padre era redactor
de noche y yo corrector y teníamos el mismo horario, regresábamos a casa de
madrugada, acompañados por Tacones su "amigo del alba", el chucho de
La Marina que lo esperaba cada noche en el cruce de las calles Menacho y Vasco Núñez.
Entonces me dijo una frase definitiva. Tenía
mi padre más de cincuenta años y aún le obsesionaba aquel cierre. Habló con un
deje de tristeza: "A la única persona que le ha guardado cierto rencor en
mi vida ha sido a Manuel Azaña. Por cerrar la Academia militar de Zaragoza. Me
rompió todas las ilusiones".
Tras aquel fiasco Antonio Orio-zabala se
matricula en la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid e inicia la
carrera pero sin ilusión ni ganas y al poco tiempo regresa a Badajoz donde
trabaja llevando alguna finca propiedad de su madre.
A partir de entonces
comienza a escribir con más frecuencia. Lo hace en revistas y periódicos de la época.
Contacta con narradores y poetas y se va desarrollando su faceta de escritor al
tiempo que lee mucho. La biblioteca de su padre estaba bien surtida con los
novelistas de moda como Trigo, Zamacois y otros
además de los clásicos....
Pero todo lo para la guerra civil. Una
guerra que también se cobra su precio en la familia como se lo cobró la guerra
de África. Su hermano Enrique muere en el frente de Madrid al alcanzarle un
obús. Ni tan siquiera se pudo recuperar el cuerpo del alférez Enrique García
Orio-Zabala destrozado por la metralla cuando avanzaba al frente de su sección.
Enrique sería
laureado a título póstumo. Su muerte motivó que Antonio no hiciera el
curso de alférez provisional como pretendía porque su madre le rogó que no lo
hiciera. Temía perder a su hijo mayor como había perdido a los dos Enrique: Su
marido y su segundo hijo.
Y así Antonio hizo toda la guerra de
sargento (graduación que le correspondía por ser galonista en el colegio de huérfanos
militares) en el regimiento Castilla XVI formando en la compañía de infantería
que mandaba el pacense Miguel Valaer, su capitán y amigo. Tres duros años en el
frente en los que fue herido y condecorado con dos cruces rojas de guerra.
De regreso a la vida civil estuvo varios
meses en Madrid, a donde se trasladó la familia, recuperándose y fue entonces
cuando escribió "Primera Medalla".
De la guerra no le gustaba hablar. Mucho
tiempo después, tras otra noche de
trabajo en Hoy, y sentados los dos a las tres de la mañana en las butacas de la
Marina que los camareros amablemente dejaban fuera, me contó una historia del
frente. Una historia de peligros, de ataques, contraataques y metralla. Fue la
única vez. Nunca más volvió sobre el tema de la guerra. Y nunca se quejó. Ni de
la guerra ni de nada en la vida.
Estoy seguro de que su gran obra "La última
fanega", la interrumpe cuando relata la marcha del Rey y el triunfo de la segunda república, porque
Antonio no quiso seguir con las vicisitudes de la guerra civil. No queda
incompleta la novela como algunos creen, a causa de la temprana muerte del
autor, no. Mi padre vivió varios años más al llegar a ese punto de la
narración. Lo sé muy bien porque yo mecanografié el manuscrito. Y, una vez
pasado a máquina todo el original, le pregunté en numerosas ocasiones: ¿Cuándo
vas a continuar Papá?... "Ya lo haré, cualquier día me pongo. Ahora me da
una poco de pereza porque tengo que narrar la época de la Guerra y son
muchísimos personajes y varias historias que se cruzan"... me respondía
siempre.
Pero fue dejando pasar los años. Le dolía
pienso yo, revivir la guerra, y cuando retomó el relato ya era tarde. La
enfermedad le negó la prórroga.
Mi padre murió joven. A veces me sorprendo
pensando que yo tengo cinco años más de los que él tenía cuando falleció tras
luchar con valentía y decisión durante dos años contra el cáncer.
Antonio fue feliz, como dije al principio,
como redactor de cierre. Fue feliz en aquel viejo taller con sus
"legionarios". Y fue feliz y animoso en todos los trabajos que le
encomendaron en HOY. Y vivió feliz con su mujer Dolores Calderón y sus hijos y
sus amigos. Pero el destino no dejó que esa felicidad se prolongara. Una
multitud de aquellos amigos, de toda clase y condición, lo despidieron en su
funeral.
Al momento de su muerte Antonio García Orio-zabala
dejaba tras de sí un amplio bagaje periodístico y literario con sus cientos de Buenos Días y otros títulos. Con
sus crónicas y sus tareas de calle,
facturadas en esa prolongación de la redacción de HOY que era la Cafetería La
Marina. Un periodismo que no se limitó a la anécdota, a la historia. Desde que
acabó la carrera, que hizo cuando ya estaba casado y porque su amigo Narciso
Campillo, director de HOY, le
convenció, el siempre defendió a los "sendos
hombres" tal como afirma Unamuno que es deber de la gente de letras. Y por
eso tuvo sus problemas con aquellas autoridades de la época que no admitían la crítica.
Por sus escritos lo
detuvieron en una ocasión y lo destituyeron como alcalde de La Albuera.
"Arriba la Póliza" y "Navidad en Tinieblas" se llamaron aquellos
dos peligrosos y humorísticos artículos que resultaron contundentes "ataques" al régimen en opinión de
algunos jerifaltes...
A la postre, resultó una
clara victoria de la pluma libre de un
hombre que nunca se plegó ante el régimen ni tampoco se aprovechó de su
condición de vencedor en la guerra. Siempre mantuvo, eso sí y hasta el último
instante, su admiración por el general Franco.
Mi padre fue, sobre todo, un humanista y un
hombre libre. Un poeta que cantaba al
aroma de los lirios del Gévora y que
plasmaba su poesía en libretos de la
Suite de la Hispanidad, o del Romancillo de Pascualete y otras composiciones en
colaboración, entre otros, con los maestros Berzosa y Albero. Y que puso letra
al pasodoble de su amigo Juan López Lago y a otros pasodobles que se
interpretaron en plazas españolas y portuguesas y fue un dramaturgo que
escribió comedias, juguetes, cómicos, sainetes.... Era lo que más le gustaba.
Su facilidad para el teatro resultaba portentosa.
A las alumnas de varias generaciones del
colegio del Santo Ángel les escribía un sainete cada año. Ahí están Mañana de Paz, El fuerte del
diablo, Compuesta y sin Novio.... Sería
muy extensa la relación de todos. ¿No
será momento de editarlos recogidos en un tomo? ¿No será el momento de volver
a representar su estampa extremeña Cortijeros que se estrenó en Badajoz y que la compañía
de Luis Benito Arroyo, Rosita Sabatini y Miguel Armario llevó con éxito por
toda España?¿No será momento de editar su "Primera Medalla" (Una
historia que le plagiaron en Hollywood)
y "El Jatero" , publicadas ambas con gran número de erratas y hasta
con ausencia de texto en una edición muy descuidada, y "Cuando la Batalla de la Albuera",
y "Luna de miel" y el resto de sus otras novelas cortas?.
Ojalá que esta petición no caiga en saco roto.
Por de pronto algo ya se ha logrado con esta
exposición de la obra de Antonio García Orio-Zabala que acoge la Biblioteca de
Extremadura. Algo muy importante que agradecemos los hermanos García Calderón y
el resto de la familia.
Tengo una doble pena. Que mi madre y mi
hermano Antonio no hayan podido vivir este día.
Gracias
al Director General de la Consejería de Cultura, y gracias muy
especiales a mi amigo “Chiqui”, que así lo conozco desde que nos matriculamos
de ingreso de bachillerato en los salesianos de Puebla de la Calzada. Gracias “Chiqui”,
gracias entrañable Joaquín González Manzanares, director de la Biblioteca, por
todo el empeño que has puesto para que esta exposición fuera una realidad. Y
también agradezco la presencia de Javier Fragoso, nuestro alcalde que ha tenido
la amabilidad de estar presente en este acto inaugural.
Mis agradecimiento
igualmente a los que han intervenido y para los asistentes. Muchas gracias a
todos en nombre de la familia.
Aprovecho para pedir al Ayuntamiento pacense
que dé a una calle de Badajoz el nombre de Antonio García Orio-Zabala. Creo,
sinceramente, que es de justicia. Una calle de aquel Badajoz que Orio-Zabala
supo retratar con fidelidad y cariño. Ese Badajoz, al que tantas vece cantó, al
que tanto quiso. Ese Badajoz que llevó en el corazón hasta su muerte.
Donde hay que firmar?
ResponderEliminargracias amigo!!! El alcalde prometió en su discurso que tendrá una calle con su nombre!
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